Todas las palabras son etiquetas.

No existe una palabra que no defina un concepto, un objeto, una acción, una característica, lo que sea. Y al definir algo, lo delimitamos. Al menos, a nivel de lenguaje. Y el lenguaje es necesario para comunicarnos. Así que la humanidad ha aceptado esa pérdida en la concepción de la realidad a cambio de poder hablar sobre ella. Y me parece bien, siempre que no se nos olvide.

Si alguna palabra te define o define una parte de ti, te estás etiquetando.

Pero sólo a nivel de lenguaje, a nivel comunicativo. Todo el mundo sabe, o debería saber, que la convención social que supone el lenguaje es que no puede abarcar toda la realidad, lo asumimos, lo aceptamos y trabajamos con ello. Cuando digo que soy mujer, en ningún momento quiero decir que sólo soy una mujer. También soy una persona, un mamífero, un vertebrado, un ser humano e infinidad de características e identidades más.

Foto en blanco y negro de unos pies encadenados sobre la arena

Casi todas las palabras nos llevan a pensar en otras palabras.

Por ejemplo cuando vemos u oímos la palabra «rojo» nos suele venir a la mente también la palabra o el concepto «sangre». Históricamente se ha asociado a la palabra mujer y a todo el concepto de femenino un montón de palabras con connotaciones negativas: malvada, pérfida, débil, puta, interesada, tonta, floja, etc. ¿Significa eso que debemos dejar de usar la palabra mujer? ¿O lo que conviene es lo que se lleva haciendo desde hace años con el feminismo, que es resignificar y dotar de dignidad tanto la palabra mujer como todo el ideario asociado a lo femenino?

Y ahora voy a entrar en el quid de la cuestión.

Cuando alguien dice «no te etiquetes» quiere decir que existen etiquetas buenas y etiquetas malas, palabras buenas y palabras malas. Piensa que la palabra que estás usando para referirte a tu identidad es de las malas. Para mucha gente «autista» es una palabra mala, por eso la llaman etiqueta («etiqueta» es otra palabra mala según sus propios paradigmas). Mientras esto siga así se le negará el diagnóstico de autismo a muchas personas, tanto el oficial como el no oficial (aunque tengas el oficial mucha gente no te creerá). Pero no sólo se niega el diagnóstico, se niega la propia identidad. Lo quiera la gente alista (no autista) o no, el autismo es parte de la identidad de una persona. Negar la identidad de alguien es violencia, es cruel.

El hashtag #SoyAutista nació (entre otras cosas) para resignificar la palabra «autista», que dejara de considerarse una palabra mala, una etiqueta (mala). También para la propia comunidad autista. Nos han hecho creer que ser autista es una desgracia, y no sólo para nosotres mismes, sobretodo para el resto del mundo, para la sociedad, para las personas que nos quieren o dicen querernos. Como grupo social necesitamos con urgencia dejar de creer que somos una desgracia. De lo contrario, nuestros derechos y libertades se seguirán menospreciando y negando por parte de la sociedad y de los poderes públicos, entre otros agentes sociales.

Dibujo estilo cartoon de una persona de color azul hundida como en un sofá piscina de color blanco sucio sobre fondo blanco sucio, líneas negras.

Mucha gente, sobretodo gente no autista, prefiere decir (y que digamos) «tener autismo» a «ser autista«. Es como si así el autismo, esa cosa tan desagradable y fea, no fuera parte de nuestro ser, fuera un accesorio, algo que se puede quitar, algo que no nos define ni forma parte de nuestra identidad (aunque no sea nuestra identidad completa, como si l identidad completa fuera algo abarcable con palabras). Y ese pensamiento, esa idea de que el autismo es algo que se puede quitar es muy peligrosa. Mucho. Desde terapias «de reconversión» como la terapia ABA o tratamientos con MMS que destrozan nuestras entrañas a imposiciones más sutiles pero no por ello menos dañinas. Las personas autistas estamos jodidas, sí, pero no por nuestro autismo precisamente, no en la mayoría de casos ni en gran medida. Estamos jodidas por la creencia de la gente neurotípica de que ella sabe lo que es mejor para nosotres, sin escucharnos ni tenernos en cuenta. Sólo su opinión sesgada y sus buenas y paternalistas intenciones, en el mejor de los casos.

Por esa razón no me fío de las personas que dicen «no te etiquetes» cuando digo con orgullo que soy autista.

Foto de una etiqueta en blanco de color blanco sobre fondo negro

Gracias por leerme y hasta la próxima.

Descripción imagen de cabecera: Foto de etiqueta negra con cordel sobre fondo gris