Así es, el autismo en sí mismo no existe. No hay un ente físico ni espiritual que sea «el autismo». No es como un virus, que por diminuto que sea, es un organismo con sus propios propósitos. Tampoco es como los cánceres (que no «el cáncer»), que son células del cuerpo que mutan y crecen de forma aberrante, algo que, con suerte, se puede ver y extirpar, algo tangible. Y no es, desde luego, un parásito intestinal del que podamos deshacernos con las heces gracias a brebajes milagrosos.

El autismo tampoco es una emoción, no es como la alegría o la tristeza, estados del ánimo que desarrolló la vida para prosperar y que pueden ser (y son) contagiosos.

El autismo no es el color azul, no es un niño tras un cristal, ni una pieza de puzzle, ni ningún otro símbolo impuesto desde una autoridad ajena.

El autismo no es un fantasma ni una entidad sobrenatural que posee a personas alistas, bebés «normales» y los convierte en lo que acabamos siendo.

El autismo no existe. Lo que sí existe, sí existimos, somos las personas autistas. Personas que nacemos con unas conexiones cerebrales distintas a la media que nos hacen percibir y procesar el mundo, la información, los estímulos, de forma diferente de la mayoría. Existimos las personas autistas, personas en una posición política de vulnerabilidad debido a cómo se estructura la sociedad aquí y ahora. Lo que sí existe es la gente autista, gente de todo tipo, con infinidad de personalidades diferenciadas, con sus propias inquietudes, creencias y valores. Tenemos muchas características en común, especialmente en contraposición a la población NT, pero eso no significa que todes tengamos algo llamado autismo metido dentro. No se puede sacar porque, como he dicho al principio, el autismo no existe.

Existimos las personas autistas.

Cuando se investiga para terminar con el autismo, significa que se está investigando para que dejen de nacer personas autistas. Porque supongo que es mejor impedir que nazcan cierto tipo de personas que adaptar la sociedad para que sea más amable y adaptada a quienes la habitamos. Lo que se está diciendo de forma tácita es que hay personas que merecen vivir en este mundo y personas que no. Esto va muy ligado a la idea del capitalismo, a ser útiles, productivos, a ganarse la vida, como si ésta fuera un concurso y el premio fuera continuar existiendo un poco más.

Cuando habléis de autismo recordad que no existe, es sólo un concepto, algo simbólico e inmaterial que ni siente ni padece. Lo que debéis tener en cuenta cuando habléis de autismo es que si bien éste no es real, las personas autistas sí lo somos. Somos reales, estamos aquí, compartiendo el mismo mundo que el resto, jugando las mismas reglas aunque en general con peores cartas. Las personas autistas sí sentimos, somos permeables a las palabras, actos e intenciones del resto de la gente. Existimos. Estamos aquí, ahora mismo. No somos un concepto, ni algo simbólico. Somos criaturas hechas de carne, con mente y alma.

Tenedlo en cuenta. Tenedlo en cuenta. Tenedlo en cuenta.

Porque yo estoy cansada de fingir que se desconoce nuestra existencia y que, por tanto, hay carta blanca para decir cualquier cosa horrible sobre «el autismo».